9 abr 2015

BarceloIndia #8. Autobuses del sur de Asia

Música local a tope mezclada con el rugido del autobús y del tráfico, que entra por las ventanas correderas abiertas. Por ellas, cañonazos de un viento caliente que alivia pero te impide abrir los ojos por completo. La piel se te va secando, como los labios, la boca, la garganta. El asiento se engancha en la ropa y la ropa en tu piel. La nariz se te va tapando pero a la vez el aire te obliga a cerrar la boca, a rasgar tu mirada -que sólo puede ser perdida- y el viento te mantiene casi inmóvil por su impacto. Es imposible estar totalmente despierto a todo lo que va sucediendo. Estás en un estado entre vigilia y sueño: piensas o sueñas cosas, no lo sabes bien. Ves o imaginas escenas, quién sabe. De pronto se presenta en el cuadro de tu ventana un paisaje maravilloso pero para cuando logras abrir del todo los ojos, se ha sucedido por otro: demasiado tarde. Los pueblos, las carreteras, se suceden sin final ni principio, están perfectamente cohesionados para no sobresaltar. Las luces y los colores que decoran las figuritas de dioses que acompañan una repisa del autobús quedan extrañas en un paisaje entre tanta naturaleza. De pronto el autobús se detiene al llegar a una parada. Sube un vendedor que lleva unos buñuelos de verdura en una cesta. El viento se corta en seco, como la respiración. El calor empieza a agobiar, ahora la música molesta porque está demasiado alta, sin el ruido del tráfico. Se rompe la ensoñación, te ahogas. Ahora todo se hace incómodo y estás deseando que siga la narcosis y el viaje, no importa si es muy real o no, ni del todo fidedigno. Pero estás seguro de que así es como se hace más llevadero.

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