13 jul 2013

BarceloNina #42. Dependientes de Oscar

Tú vas tranquilamente a comprar un cargador para el ordenador portátil porque el que tenías se ha estropeado -no hace contacto- y es algo que necesitas. Estás obligado a pasar por caja porque no hay más remedio, sin batería no puedes trabajar. Realmente es una pena, podría ser así de fácil: vas, compras como en cualquier tienda, y vuelves con lo que necesitabas. Pero la realidad es mucho más elaborada porque a alguien -seguro que a alguien con un cargo del estilo de Sales trending manager for store employees- se le ha ocurrido que su tienda no puede vender cargadores sin más, sino que tiene que vender experiencias. Por este motivo, otro cargo infinito y en inglés, que básicamente se encarga de la formación de personal, ha decidido que los empleados que están de cara al público tienen que tratar a los clientes de cierto modo. El dependiente te habla como si fueras su colega, en dos minutos consigue darte la sensación de que ya tenéis vuestro propio argot, y te mira como diciéndote, "tú y yo nos caemos bien, ya sabes, hablamos el mismo idioma". Te dicen cosas como "me molan tus gafas" o te preguntan si eres arquitecta, por la foto que tienes como fondo de pantalla en tu móvil. Es como una escuela de actores, pero muy buena. Y sales repugando de ahí, con sensación de que te han endosado a un amigo que no querías, parecido a cuando te toca un taxista con ganas de hablar y tú suspiras por 5 minutos de silencio, pero claro, te ves forzado a mantener las formas y seguirle la conversación. Solo querías un cargador. No querías un amigo, no querías que te hablara como si estuvierais en la puerta del Apolo, no querías un taller de crecimiento personal, ni pagar por wifi porque te da vergüenza.

Otro ejemplo es ir a comprar café, también en Passeig de Gràcia. Ahí la doctrina es llamar señor hasta a los niñatos con acné que van a hacer un recado para sus padres. No, no quiero probar los nuevos sabores de vainilla. Seamos sinceros, ¿quién sería capaz de distinguir un fuerza 6 de un 7? Pues aún así el dependiente hace su trabajo con aplomo -ha sido entrenado para ello-, explica al cliente la diferencia entre el tono dorado oscuro y dorado suave, y le da su tiempo para pensar la importante decisión que ocupa toda la cápsula de su cerebro aspiracional, tan torpe -por otro lado- que le lleva a tomarse los fuerza 10 con medio litro de leche.

Y así muchas marcas que como Apple o Nespresso se creen que tienen una personalidad más fuerte por tener un código hiperdefinido de personalidad de los empleados. No he estado nunca, pero me imagino que en la Mercedes la norma debe ser tratar a los sesentones como treintañeros y viceversa, en el Muji como si reciclaráis juntos y ambos siguierais a GreenPeace en Twitter, y en la Nike como si entrenarais en el mismo equipo. Lamentablemente, estas marcas acaban resultando como las llamadas de las teleoperadoras a la hora de la siesta: desafortunadas, artificiales, engañosas y que dejan un malestar difícil de criticar porque han sido absolutamente encantadores y no puedes recriminarles nada, pero en cualquier caso te impiden volver a lo que estabas haciendo con el mismo estoicismo. La única solución que se me ocurre para evitar pagar 80 euros por un cargador y encima sentirte mala persona es volver al PC, ir caminando para no coger taxis ni comprar coches y, sobre todo, regresar a la cafetera italiana para vivir la virtuosidad absoluta de los dependientes de una ferretería.


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