21 abr 2014

BarceloNina #51. El gremio

En todas partes funciona igual, el gremio. En todas partes hay uno. Es un grupo de periodistas que, aunque no trabajan juntos, son ‘protegidos’ unos de otros, están en la misma esfera. Se recomiendan, retuitean sus artículos con la fe ciega del que no necesita leerlos para saber que es una “lectura indispensable”, tienen el dedo flojo con los “me gusta” cuando se trata de sus actualizaciones de estado y, esporádicamente, inician encendidos debates en las redes para que parezca que, más que un grupo de colegas con necesidad de quórum, son una reunión de librepensadores, ilustrados en un café en el París del S.XVIII, que caminan con cierta autosuficiencia con el periódico debajo del brazo por las calles de una ciudad que -no se cansan de lamentar- ha perdido su carisma. Pero ellos se consideran la última raza que mantendrá vivas las costumbres bohemias, por ejemplo, pidiéndose una copa en un café mítico que cerrará sus puertas en breve y que hasta entonces no habían pisado.

Aunque parezca que les gusta discutir, no admiten opiniones demasiado diferentes a las suyas. Hacen periodismo centralista (centrado en ellos mismos), de centralita (un par de llamadas bastan para corroborar su punto de vista) y centralizado (acaparan la difusión y homogeneizan el debate). Casi todos dicen lo mismo explicado con distintas metáforas: su más explotado recurso para darse a explicar. Su gran aportación no es el punto de vista, sino decir lo que el establishment –y, casi con más interés, el gremio- quiere oír, pero de una nueva forma que les dé notoriedad. ¿Cómo? Una cita a un clásico por aquí, una referencia kitsch por allá, una aberración que pueda servir también de titular, un neologismo sobre algo que esté de moda, algún anacronismo con un personaje no demasiado sobado… y listo.

Los que van por lo márgenes, los que trabajan en las afueras.... no forman parte de este gremio. Sus nombres salen poco en los créditos; claro, se les ve poco en la máquina del café y en las reuniones de este grupo de colegiados que cree firmemente en el periodismo de batalla. Son poco mediáticos, nunca quisieron ser unos relaciones públicas y menos con otros miembros del gremio. Los que no están en el círculo son los discretos, pero en cambio son los del gremio los que citan a Kapuscinski y su manera de hacer periodismo, a Wolfe y su literatura de la actualidad, a Henri Cartier-Bresson y el instante preciso y al ‘estar ahí’.

Da igual que otros estén explorando realmente nuevas formas de hacer periodismo. Estos, los que no frecuentan el circuito, sufren el desprecio de los del papel, la radio y la tele, o de los que tienen un puesto de trabajo fijo en un medio tradicional, porque -aunque no lo digan- creen que es más puro. Sin embargo, son ellos los mismos que se llenan la boca y sus entradas de blog explicando la necesidad de un cambio de paradigma, son los que creen en el futuro del periodismo pero representan la élite y obsolencia del pasado sólo por tener un oficio comme il faut.

Los periodistas fuera del circuito no llaman la atención haciendo preguntan estrambóticas en comparecencias y ruedas de prensa, sólo hacen las adecuadas. Hablan normal, no se creen oradores. Y, sobre todo, hablan poco, se dejan ver poco y, viendo el percal, este circo vacuo, es probable que cada vez lo hagan menos.

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