1 mar 2014

BarceloNina #50. Un buen día

Hoy ha sido un buen día. He llamado a la peluquería para pedir hora y me han preguntado si iría ya con el pelo limpio. He ido a una cafetería y me he sentado en una mesa de dos a tomar un café pensando que, a pesar de que en ese momento la cafetería estaba vacía, más tarde podían venir varios grupos y ocupar las varias mesas de cuatro que había, mucho más cómodas que las pequeñas, teniendo en cuenta que el servilletero, la carta, el soporte de la carta y la botella de aceite de oliva ocupaban la mitad de la superficie. Se ha acabado llenando el bar a la hora del café de los oficinistas y me han pedido muy amablemente que me cambie a la barra para que se pudiera sentar una pareja. De ahí he caminado hasta el consultorio médico, donde el especialista me ha recetado un relajante muscular pese a mis insistentes explicaciones de dolor, convencida de que no eran tensionales. He entrado en la primera farmacia con la que me he cruzado y he comprado las pastillas con cierta vergüenza, esforzándome para poner cara de no estar loca ante el dependiente. Luego he ido a otro especialista que tras revisar con calma el escáner de mi cráneo ha detectado una infección y me ha dado día y hora para la intervención quirúrgica necesaria. He comprado un par de cosas en el supermercado, y he dado el dinero justo al cajero disfrazado de bebé gigante que me atendía. Me he cruzado con un conocido mío, periodista, que sin quererlo ha revelado el poco respeto que le merezco por no trabajar para un diario (si el respeto se midiera según un puesto de trabajo, la complicidad con el póder de los grupos mediáticos sería el súmmum de la integridad periodística). He sonreído mientras me explicaba lo muy ocupado que estaba reproduciendo comunicados de partidos políticos. Le he dicho que me tenía que ir cuando ya llevaba demasiado rato aguantando cómo se labraba su figura iconoclasta, rechazando incuestionables solo por llevar la contraria y hacerse el sabio impostor que acierta con nuevos y atrevidos puntos de vista. Hacía sol y aún así me han juzgado por beber antes de las 13:00 horas. He propuesto a una amiga ir juntas a ver una película al cine y me ha dicho que no podía pero que también tenía muchas ganas de verla, que se la reservara. Me he quedado sin ir con ella al cine y sin poder ir a ver la película. Me he preguntado hasta cuándo sería lícito esperarle y si sería desconsiderada por fer-li el salt. He cenado comida japonesa acompañada de un vino tinto que estaba ácido. No nos lo hemos bebido, nos hemos quejado y no nos lo han cobrado. Me han vuelto a juzgar, esta vez por no beber después de las 22:30 horas y media. He tonteado con el taxista que me ha llevado de vuelta a casa, entrada ya la noche en una jornada laborable. Le he dicho que era la primera vez que subía a un taxi y me gustaba la música que sonaba. Me ha dicho que de día solía escuchar información, pero que así era como le gustaba acabar un buen día.

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