Cuando viajas solo, haces reflexiones, recapitulas, valoras... porque en los aeropuertos se dan situaciones extrañas que se prestan a ello. Las despedidas sin intimidad antes del control de seguridad, pedir un café por hacer tiempo, la sala de embarque en la que la gente hace las últimas llamadas, y finalmente estar sentado junto a cientos de personas en sillas en el aire (¿qué hay más raro que eso?).
Pero esta vez, que viajaba a la India, no he pensado mucho. Será la indolencia de la libertad. He leído tranquilamente, he dormido y a ratos me han venido a la mente un cúmulo de mis dogmas, supongo que haciendo un repaso para no olvidar quién soy: no piso el desagüe de la ducha, me da cosa; sospecho de la gente que habla mucho en el desayuno; el lado hacia el que más puedo girar la cabeza es el izquierdo (aunque procuro ir cambiando por miedo a que se me agarrote el derecho); me gustan las aberraciones (¿será por la coca dulce con sobrasada de la Abuela Nito?), y se me pegan -con mucha facilidad- los acentos de la gente y eso me hace sentir idiota. Por lo demás soy totalmente estándar: duermo menos de 8 horas, tomo poca fruta, consulto demasiadas veces el móvil y casi siempre duermo sola.
Tras una hora esperando la maleta en el aeropuerto de llegada, solo pensaba en llegar a cualquiera que sea mi casa, y sea cual sea la personalidad que me acompañara. Y así lo he hecho.
Pero esta vez, que viajaba a la India, no he pensado mucho. Será la indolencia de la libertad. He leído tranquilamente, he dormido y a ratos me han venido a la mente un cúmulo de mis dogmas, supongo que haciendo un repaso para no olvidar quién soy: no piso el desagüe de la ducha, me da cosa; sospecho de la gente que habla mucho en el desayuno; el lado hacia el que más puedo girar la cabeza es el izquierdo (aunque procuro ir cambiando por miedo a que se me agarrote el derecho); me gustan las aberraciones (¿será por la coca dulce con sobrasada de la Abuela Nito?), y se me pegan -con mucha facilidad- los acentos de la gente y eso me hace sentir idiota. Por lo demás soy totalmente estándar: duermo menos de 8 horas, tomo poca fruta, consulto demasiadas veces el móvil y casi siempre duermo sola.
Tras una hora esperando la maleta en el aeropuerto de llegada, solo pensaba en llegar a cualquiera que sea mi casa, y sea cual sea la personalidad que me acompañara. Y así lo he hecho.
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